Bueno, no es que en Amsterdam haya una primavera como debiera ser. Es decir, con temperaturas agradables y más sol que nubes. Pero lo que sí tiene son flores. Y si la primavera se mide en flores, Amsterdam se lleva entonces la palma de las primaveras. La ciudad de repente se vuelve de mil colores y el verde lo cubre todo. Si ya de por sí es maravilloso pasear por Amsterdam, en primavera es verdaderamente difícil ir en bici y no perder el rumbo. Así voy yo todo el día, desafiando al asfalto porque miro a todos sitios menos a donde tengo que mirar: a la carretera. Pero tranquilos, por ahora no ha habido que lamentar accidentes. Aunque la primavera ya se acaba y a mí me queda menos de una semana para volver a Madrid, será difícil borrar de mi retina estas imágenes.
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