Nunca me gustó el oro. Y mucho menos la mezcla de oro y plata. Algunos años después, ni lo uno ni lo otro. He mutado en una especie de urraca con una fijación por los complementos dorados y la mezcla con la plata no me molesta. En absoluto. Esto confirma las siguientes teorías:
a) Somos seres contradictorios
b) "Nunca digas nunca"
c) Las reglas (aunque te las hayas puesto tú misma) están para saltárselas.
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